Coqueta: Una Historia Real del Amor

El atardecer pintaba el cielo de un naranja brillante que se fundía con tonos rosados y dorados. En una pequeña plaza del pueblo, Adrián esperaba con nerviosismo. Su guitarra descansaba a su lado, mientras sus dedos tamborileaban sobre su pierna al ritmo de una melodía que llevaba semanas componiendo. El motivo de su inspiración no era otro que Sofía, la joven de mirada traviesa y sonrisa hipnotizante que había conquistado su corazón.

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Sofía apareció puntual, como siempre, con su característico andar despreocupado. Su vestido blanco ondeaba con la brisa y sus rizos castaños reflejaban los últimos rayos de sol. Al verla, Adrián sintió ese familiar cosquilleo en el pecho, esa mezcla de emoción y vulnerabilidad que solo ella podía provocarle.

—Llegaste —dijo él, esbozando una sonrisa nerviosa.

—Claro que sí. Prometiste que hoy me cantarías algo especial —respondía ella, coqueta, inclinando ligeramente la cabeza mientras lo miraba con esos ojos que parecían saberlo todo.

Adrián tomó la guitarra y empezó a tocar. Las notas flotaron en el aire, acompañadas de una letra que había nacido de sus sentimientos más profundos:

“Ay, acarameladitos, pico con pico, beso con beso. Ay, me tienes en embeleso, y me falta un pelo pa’ enamorarme, coqueta.”

Sofía escuchaba con los ojos fijos en él, sus mejillas enrojeciendo a medida que la canción avanzaba. Las palabras de Adrián no solo eran una declaración, sino también una rendición. Cada verso confesaba cómo ella lo había atrapado sin remedio.

—No deberías ser tan desconsiderada, —cantó en un susurro, mirándola directo a los ojos—. Porque si me enamoro, después no digas que está mal hecho.

Cuando la última nota murió, el silencio se apoderó del lugar por un instante que parecía eterno. Adrián dejó la guitarra a un lado y esperó. Pero antes de que pudiera decir algo más, Sofía cerró la distancia entre ambos y, sin previo aviso, lo besó.

—No tenía pensado decir que estaba mal hecho —dijo ella, sus labios curvándose en una sonrisa—. Solo quería asegurarme de que también estabas atrapado.

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Desde ese día, sus encuentros en la plaza se volvieron costumbre. Cada tarde, bajo el cielo cambiante, Adrián tocaba para Sofía, y ella, con su mirada coqueta y sus palabras juguetonas, seguía cautivándolo. Y aunque él sabía que el amor era un juego peligroso, estaba dispuesto a perderse en su sonrisa dulce y sus caricias suaves.

Pasaron los meses, y el amor entre ellos solo creció. Adrián, cada vez más seguro de sus sentimientos, decidió que era hora de dar un paso más. Una tarde, bajo el mismo árbol que había sido testigo de tantas canciones, preparó un pequeño picnic. Cuando Sofía llegó, encontró una cajita adornada con un lazo rojo sobre la manta.

—¿Qué es esto? —preguntó ella, levantando la ceja con curiosidad.

Adrián tomó la cajita y, con una sonrisa nerviosa, se arrodilló ante ella.

—Sofía, desde el momento en que te vi, supe que mi vida cambió para siempre. Has sido mi inspiración, mi fuerza y mi paz. ¿Quieres casarte conmigo y construir juntos una vida llena de amor, música y sueños compartidos?

Las lágrimas brillaron en los ojos de Sofía mientras asentía con energía.

—¡Sí, Adrián! ¡Claro que sí!

Se abrazaron bajo el cielo estrellado, sellando con un beso la promesa de un futuro juntos. A partir de entonces, Adrián y Sofía se convirtieron en un equipo inquebrantable. Mientras él componía canciones que llegaban al corazón de miles, ella se aseguraba de que nunca perdiera el rumbo, organizando sus presentaciones y apoyándolo en cada decisión.

Formaron una familia donde el amor y la música eran el centro. Adrián escribía melodías inspiradas en los momentos compartidos, y Sofía, con su risa contagiosa y su corazón generoso, llenaba su hogar de alegría. Juntos demostraron que el amor verdadero no solo es una llama que arde, sino también una fuerza que construye y transforma.

Bajo ese cielo que una vez fue testigo de su primera declaración, Adrián y Sofía vivieron una historia donde la pasión, el apoyo mutuo y la música unieron sus almas para siempre.

Nota: Relato inspirado en la melodía y letra de la canción "Coqueta" canción de autoría del "Heredero" 

Por: William de Jesús Vélez Ruíz [WilliVeR]

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